El fenómeno cada vez más común
del estacionamiento en banquetas no
se debe convertir en costumbre, que
de tanto verlo, nos deje de parecer
agresivo, oprobioso, en este como en
muchos otros temas relacionados, el
fondo es: Equilibrio Modal en el Espacio
Público, dar a cada modo de transporte
su lugar, lo que le corresponde, no solo
por la dignidad propia de los usuarios
de cada uno de los modos, sino también
por capacidad o potencia inherente a su
estructura física.
¿Qué significa esto? El Automóvil, por
menos caballos de fuerza que tenga
su motor, siempre va a ser mucho
muy superior a las capacidades de una
persona en silla de ruedas, andadera,
a pie o en bicicleta, por tanto, en
una lógica muy simple, tendríamos
como resultado las prioridades a las
que debemos atender con políticas
públicas en nuestras ciudades y
consecuentemente poner el foco de
atención en los niños pequeños, los
adultos mayores y sus desplazamientos.
No solo en los Supermercados, Tiendas
de conveniencia, Notarias, Hospitales,
Oficinas Públicas o Privadas, cada día
por todos lados en pueblos y ciudades
vemos replicarse esta situación, aunada
a una concepción errónea de que mi
banqueta (al frente de mi propiedad)
me pertenece y por tanto, puedo hacer
en y con ella lo que se me antoje, vemos
desde banquetas con jardineras o
arriates elevados, con rampas para los
autos que comienzan desde el arrollo
vehicular y no pasando la baqueta
como debía de ser, con escalones,
acabados variopintos en decoración y
superficies, que aparte de romper con
una uniformidad deseable, muestran
las peores manifestaciones artísticas
que en muchos casos conllevan peligro
inherente al poner piedras, materiales
resbalosos, obstáculos o el tan recurrido
adopasto (cientos de macetas inútiles de
pasto seco) que convierte a las mismas
en una carrera de obstáculos hasta para
el mas atlético de los mortales, no se
diga para las personas con movilidad
reducida ya sea de carácter temporal o
permanente.
Es importante entonces que pensemos
las banquetas como canales de
transportación para las personas,
teniendo una lógica de uso de ellas,
con niveles de servicio analizables
y medibles que puedan llevar a
decisiones de llevar a cabo obras de
ampliación cuando ese nivel de servicio
optimo se vea rebasado e imponer en
la normatividad una división básica del
destino de éstas, clasificándolas por lo
menos en:
1. Zona de ingresos / salidas –
aparadores, es aquella que cumple no
solo con la función de proporcionar
un espacio físico de transición entre
la propiedad privada y el espacio
publico, sino también con la exigencia
de urdir, investigar, contemplar,
admirar, averiguar que hay en los
escaparates y en las diversas fincas,
sean del carácter y uso que sea
2. Zona de tránsito no motorizado o
de flujo, como su nombre lo explicita
claramente, aquella franja de espacio
público, en donde se llevan a cabo las
actividades de paso, de circulación
propiamente dicha, en las cuales
por lo menos debe existir el espacio
suficiente para que caminen dos
personas conversando en un sentido
y una en el sentido opuesto, sin causar
incomodidad, detener la marcha o
mucho menos toparse de frente con
otro transeúnte
3. Zona de infraestructuras, arbolado
y en su caso mobiliario urbano: será
aquella donde las infraestructuras
necesarias, las estrictamente
necesarias deberán alojarse, no
aquellas a las que nos hemos
acostumbrado a ver como parte del
entorno urbano, no teléfonos públicos,
no postes de cableado del tipo que
sea, no registros de ningún servicio si
no es bajo el nivel de piso, si, donde
se alojen luminarias apropiadas,
botes de basura de dimensiones y
características adecuadas, bancas y
asientos para las personas, paradas
del transporte público que provean
de confort, protección y seguridad,
además de la adecuada y suficiente
información de destinos, derroteros y
horarios de las mismas, así como por
supuesto arbolado, que si es endémico
y anterior a las urbanizaciones
deberá garantizarse su integridad y
protección adecuada y si es inducido
se debe buscar que sean especies
adecuadas para alojarse en áreas con
características urbanas, para que sea
posible su cuidado y conservación.
Los puntos anteriores, inclusive serían
insuficientes en la visión de Jane
Jacobs (1961), ya que nos ejemplifica y
desarrolla de una manera magistral en
su muy recomendable libro “muerte y
vida de las grandes ciudades” escrito
a mediados del siglo pasado, el papel
de las banquetas mucho más allá de
lo físico, como aglutinador social,
como elemento básico y nodal de
las actividades de un barrio y como
en torno a ellas o en su ausencia,
puede haber una mejor o mal
lograda comunidad, descubriéndoles
funciones vertebrales como áreas
de convivencia, de educación de
los niños, de comercio vecinal y lo
más destacable; como garantes de
seguridad personal, mucho mas
importante que la presencia policial y
de vigilancia profesional incluso.
Es fundamental para lograr revertir la
tendencia que hasta hoy nos topamos
día a día en la ciudad, actuando a
“nivel de cancha” no solo proponiendo
grandes y ambiciosas soluciones a
nivel metropolitano, sino basados
en el compromiso de la ciudadanía,
en la verdadera participación de
los vecinos, son estos los que saben
donde hay que intervenir y priorizar
inversiones y esfuerzos, son ellos
quienes realmente gozan o sufren las
consecuencias de la calidad urbana
de los barrios y vecindarios, a través
de las asociaciones de vecinos,
haciendo mancuerna con organismos
de gestión, comercios de la zona
y autoridades de los tres niveles y
ordenes de gobierno, como se puede
ir construyendo con paso seguro,
una mejor infraestructura para
desplazamientos antropológicos, con
manuales aterrizados, exhaustivos
pero fáciles de interpretar, donde a
manera de catalogo los organismos
de gestión urbana puedan encontrar
los “comos” será la única vía posible
para ir recobrando el rostro amable,
la escala humana de la ciudad,
reconociendo la preeminencia de lo
humano sobre lo urbano y actuando
en consecuencia, construyendo todos
los días una ciudad al servicio de las
personas, en especial para las mas
vulnerables.
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