martes, 24 de julio de 2012

De policías y banquetas

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De policías y banquetasMartes, 24 Julio 2012 por Diego Petersen

El barrio más seguro es el habitado. Que el Centro aparezca como la zona con menos seguridad en el municipio de Guadalajara está directamente ligado con el abandono del espacio público. Las colonias donde la gente está en la calle son más seguras que aquellas donde la gente está metida en su casa, protegida por grandes muros, pero abandonada por los vecinos. Por eso, cuando hablamos de seguridad  son más importantes los vecinos que los policías; las banquetas que las patrullas.


En una calle viva y con relaciones entre los vecinos (eso que pomposamente llamamos tejido social) no es que no existan los malandros, pero sufren mucho más. El peor enemigo de un ladrón de autopartes o de casas habitación son los chavos que están jugando en la calle, las señoras que se salen a la baqueta a echar “chal”, la tiendita que está abierta hasta altas horas de la noche y la cenaduría que congrega parroquianos a su alrededor. En síntesis, la mejor defensa contra los delitos patrimoniales es vida de barrio, y el mejor aliado de la vida de barrio son las banquetas. Las banquetas hoy son vistas como transición entre la cochera y la calle, cuando en realidad son el punto de conexión de nuestra casa con otras casas; la extensión del parque que llega se mete hasta nuestra puerta; el punto de encuentro con la ciudad.


La inseguridad es más un problema de falta de habitantes que de policías. Las zonas del Centro que tienen vida nocturna son tan seguras como cualquier punto de la ciudad. El problema son esos grandes espacios destinados al comercio que de noche quedan a merced de las ratas, de dos y cuatro patas. Pero, lo mismo que le pasa a las zonas comerciales por la noche le sucede a las ciudades dormitorio por la mañana. Los famosos cotos en los suburbios de la ciudad (esos que efectivamente son “la casa de tus sueños”, pues nuca las verás de día) quedan abandonados a las ocho de la mañana en que las familias enteras salen a la ciudad y no regresan hasta la noche, cuando termina la jornada laboral.


Cada parte de la ciudad tiene la inseguridad que le construimos. Los cambios de uso de suelo, el abandono de las viejas colonias, la creación de nuevas y absurdas formas de vida en los suburbios, parques abandonados y banquetas oscuras y maltrechas, son todos factores que han contribuido a que perdamos la paz cotidiana. Mejorar la calidad de vida urbana no va a evitar que existan traficantes de droga, sicarios del crimen organizado o secuestradores, pero sí van a inhibir los delitos cotidianos que son, a fin de cuentas, los que  hacen que la vida en la ciudad sea más o menos llevadera.


Tan importante es la policía de barrio como la vida de barrio en las banquetas.

lunes, 23 de julio de 2012

Banquetas, depósito de la chatarra urbana

Diego Petersenhttp://opinion.informador.com.mx/Columnas/2012/07/23/banquetas-deposito-de-la-chatarra-urbana/


Banquetas, depósito de la chatarra urbanaLunes, 23 Julio 2012 por Diego Petersen

La ciudad está llena de “vestigios de civilización”, como diría Tin Tin: restos de otras etapas de la ciudad que se van quedando simplemente porque no hay quién los recoja. La chatarra urbana está ahí por acumulación. Alguien lo puso, suponemos que con inteligencia y buena fe, pero luego pasó de moda, perdió su uso, llegó algo nuevo y a nadie se le ocurrió que había que quitarlo. O peor: sí se les ocurrió pero pensaron que es mejor gastar el dinero en poner lo nuevo que en quitar lo viejo. Todo mundo aplaude y agradece la llegada de lo nuevo y nadie festeja el retiro de lo viejo.


Gracias a esa lógica absurda de alcaldes pueblerinos la ciudad se ha ido llenando de chatarra: postes sin usar, sean de la CFE, de Teléfonos, de anuncios espectaculares o, los más notorios, del trolebús; muebles urbanos, como antiguos buzones de correo, bancas en desuso, paradas de camiones que ya no son, carteleras publicitarias, etcétera.


Lo que tiene en común toda esta chatarra urbana es que está en las banquetas, es decir, en el espacio destinado al peatón, el más débil en la escala urbana de la movilidad. Si los estorbos estuvieran en el arroyo de la calle, por donde circulan los vehículos, no pasarían 24 horas en que los medios de comunicación hicieran el señalamiento, la Secretaría de Vialidad levantara una queja y el Ayuntamiento se desviviera por resolver el problema. Pero las banquetas no son prioridad de nadie. Los medios no atendemos los bloqueos de banquetas como un asunto noticioso, a Vialidad le importan un cuerno y a los ayuntamientos no sólo los toleran sino que en muchos caos los generan (y para muestra ahí está la banqueta de la calle Reforma entre Santa Mónica y Pedro Loza, bloqueada por el propio Ayuntamiento de Guadalajara con una estructura que apuntala una casa en ruinas).


Nada habla tanto de una ciudad como sus banquetas y sus cuerpos de agua. En Guadalajara estos últimos son tan escasos como catastróficos. En el caso de las banquetas, nuestro principal espacio público, el abandono es casi absoluto. La chatarra urbana es sólo uno de sus problemas, pero es quizá el que tiene una solución más sencilla:cuando otorgan un permiso para colocación de mobiliario urbano, a quien sea, incluso ellos mismos, los ayuntamientos deberían cobrar, o en su caso comprar, una fianza por el valor del retiro y reparación de ese mobiliario.


Retirar de golpe toda la chatarra urbana tendría un costo enorme para cualquier municipio. Hacerlo a mediano plazo, asegurando que ya no se acumulará más, sí es factible. Ya le toca una a los peatones.